martes, 8 de marzo de 2016

Al finalizar la vuelta al mundo...


"Al día siguiente, al amanecer, Passepartout llamó con estrépito a la puerta. La puerta se abrió y apareció el impasible caballero.

- ¿Qué hay, Passepartout?
- Lo que hay, señor, es que acabo de saber ahora mismo…
- ¿Qué?
- Que podíamos haber dado la vuelta al mundo en sólo setenta y ocho días.
- Sin duda –respondió Fogg-, no atravesando la India; pero entonces no habría salvado a Aouda, no sería mi mujer, y…

Y Phileas Fogg cerró tranquilamente la puerta.

Así, pues, la apuesta estaba ganada, haciendo Phileas Fogg su viaje alrededor del mundo en ochenta días. Había empleado para ellos todos los medios de transporte: vapores, ferrocarriles, coches, yates, buques mercantes, trineos, elefantes. El excéntrico caballero había desplegado en este negocio sus maravillosas cualidades de serenidad y exactitud. Pero, ¿qué había ganado con esa excursión? ¿Qué había traído de su viaje?

Nada, se dirá. Nada, a no ser una linda mujer que, por inverosímil que parezca, le hizo el más feliz de los hombres. Y en verdad, ¿no se daría por menos que eso la vuelta al mundo?”

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